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Patologías, Terapia de dieta

Soporte nutricional en casos de megaesófago.


miércoles 8 octubre 2025


Soporte nutricional en casos de megaesófago

El megaesófago es un trastorno caracterizado por la dilatación esofágica difusa, asociado, en algunos casos, a aperistalsis.
En la mayoría de los casos, se presenta como una lesión adquirida (idiopática o secundaria a otras patologías)


El mecanismo fisiopatológico subyacente al megaesófago idiopático adquirido permanece, hasta la fecha, desconocido. Las respuestas funcionales de los esfínteres esofágicos superior e inferior se mantienen intactas, y se sospecha un trastorno en la vía neural aferente que responde a la distensión esofágica.

Por otro lado, el megaesófago adquirido secundario puede depender de múltiples causas subyacentes, como la miastenia gravis (que representa aproximadamente el 25% de las etiologías adquiridas en perros), lupus eritematoso sistémico, polimiositis, disautonomía o enfermedades infecciosas como el moquillo o el tétanos.

Además de las patologías neuromusculares mencionadas, el megaesófago también puede desarrollarse como consecuencia de una obstrucción esofágica causada por neoplasias, cuerpos extraños, estenosis, alteraciones del anillo vascular o esofagitis.

En casos más raros, este trastorno puede ser congénito, y en estas situaciones la patogenia también es poco clara.

Se ha sugerido que los setters irlandeses, alanos, pastores alemanes, labradores retriever, Chinese Shar Pei, Terranova, schnauzers miniatura y fox terriers presentan una predisposición familiar al megaesófago congénito.

Los cachorros afectados por megaesófago congénito suelen presentar regurgitación al inicio del destete.

En cualquier caso, la regurgitación constituye el principal síntoma clínico de todo tipo de megaesófago.

A este síntoma pueden asociarse otros signos, como dolor muscular, marcha rígida o debilidad generalizada, según la causa subyacente.

Lamentablemente, los pacientes con patología de larga evolución a menudo presentan también pérdida de peso y emaciación secundaria a malnutrición.

Asimismo, dado que la neumonía por aspiración es la complicación más frecuente asociada a este trastorno, los pacientes suelen presentar disnea, tos húmeda y fiebre.

El diagnóstico, así como la identificación de la posible causa subyacente, son fundamentales para establecer un tratamiento adecuado, tanto médico como nutricional.

La radiografía torácica, con y sin contraste de bario, suele ser suficiente para diagnosticar megaesófago, aunque no permite determinar su etiología.

Para investigar las causas adquiridas de megaesófago, además de los análisis hematoquímicos y de orina convencionales, se deben realizar otras pruebas diagnósticas, como la determinación del título de anticuerpos contra los receptores de acetilcolina para evaluar una posible miastenia gravis adquirida, o biopsias musculares para la investigación de otras enfermedades neuromusculares.

En casos donde se sospechen patologías obstructivas, puede ser útil realizar una esofagoscopia.

El tratamiento del megaesófago secundario a otras patologías implica, obviamente, abordar la causa subyacente, como el uso de piridostigmina en la miastenia gravis, o la cirugía en casos de neoplasias o alteraciones del anillo vascular.

En el caso del megaesófago idiopático, actualmente no existe un tratamiento específico; la intervención se centra principalmente en el soporte y manejo sintomático.

De hecho, ni siquiera los fármacos que favorecen la motilidad parecen ser efectivos en el tratamiento del megaesófago idiopático.

El tratamiento de soporte suele requerir, en general, un enfoque nutricional.

Los objetivos de la gestión dietética en pacientes con megaesófago son minimizar la regurgitación, prevenir la neumonía por aspiración y proporcionar una alimentación adecuada para restaurar el peso ideal de los animales emaciados y mantenerlo en el tiempo.

El primer paso consiste en administrar pequeñas raciones frecuentes en posición elevada o vertical, para favorecer el paso del alimento hacia el estómago.

El segundo paso implica seleccionar la consistencia del alimento a administrar. Determinar la opción más adecuada suele requerir ensayo y error, ya que, según el paciente y la causa subyacente, algunos animales toleran mejor alimentos líquidos o semilíquidos, mientras que otros responden mejor a croquetas.

La administración de alimentos sólidos en grandes bocados puede, en algunos casos, estimular una mayor contracción de la musculatura esofágica funcional, favoreciendo la peristalsis secundaria.

Un trastorno de la vía neural aferente impide, cuando el bolo alimenticio entra en el esófago proximal, el inicio de la peristalsis, como ocurre en algunos pacientes con megaesófago idiopático.

En estos casos, la peristalsis primaria está profundamente reducida y no se desencadena la peristalsis secundaria.

Los alimentos sólidos y grandes, al estimular el esófago, tienen mayor probabilidad de inducir contracciones en comparación con alimentos blandos o papillas.

Por el contrario, la disfunción neuromuscular asociada a la miastenia gravis grave impide, de forma independiente, la contracción muscular.

En estos pacientes, suelen funcionar mejor los alimentos líquidos, semilíquidos o batidos con alto contenido de agua (>80 %).

La ración debe prepararse con ingredientes que se puedan triturar fácilmente con agua, evitando carnes con alto contenido de tejido conectivo o huesos.

Algunos pacientes con megaesófago encuentran mayor beneficio cuando se les alimenta directamente de la mano del propietario mediante bolitas o trozos blandos.

Para determinar la consistencia óptima del alimento, puede ser útil evaluar la motilidad esofágica mediante el uso de alimentos con diferentes consistencias mezclados con bario y fluoroscopia.

Independientemente de la consistencia del alimento, las características nutricionales de la dieta deben seleccionarse cuidadosamente.

El objetivo principal es satisfacer los requerimientos energéticos y nutricionales del animal para contrarrestar la pérdida de peso y la malnutrición, reduciendo el riesgo de neumonía por aspiración.

El uso de dietas con alta densidad energética permite, generalmente, alcanzar este objetivo, cubriendo las necesidades del animal con un volumen reducido de alimento.

Lo ideal es administrar una dieta con una densidad energética de al menos 4,5 kcal por gramo de materia seca y un contenido de grasas de al menos 25 % sobre materia seca.

El contenido proteico debe ser de al menos 25 % sobre materia seca en perros y 35 % en gatos, priorizando fuentes proteicas de alta digestibilidad y valor biológico.

Por último, es fundamental considerar la nutrición enteral mediante sonda de gastrostomía en pacientes con malnutrición o neumonía por aspiración.

Esta elección permite, en la mayoría de los casos, la recuperación del peso corporal adecuado y reduce el riesgo de neumonía por aspiración.

Bibliografía:
- Delaney SJ & Fascetti AJ. Applied Veterinary Clinical Nutrition. Ed. Fascetti AJ and Delaney SJ. 2012. Capítulo 12 / Nutritional Management of Gastrointestinal Diseases.
- Ettinger S.J., Feldman E.C. Clínica médica veterinaria, enfermedades del perro y del gato, sexta edición.
- MS Hand, CD Thatcher, RL Remillard, P Roudebush & BJ Novotny. Small Animal Clinical Nutrition, 5ª edición, 2010, capítulo 50.


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