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Patologías, Terapia de dieta

Estrategias nutricionales en casos de hiperlipidemia canina.


miércoles 14 mayo 2025


Estrategias nutricionales en casos de hiperlipidemia canina

Como ya se mencionó en el artículo anterior, la hiperlipemia puede clasificarse como posprandial (fisiológica), primaria idiopática o secundaria a otras patologías como la pancreatitis, la diabetes mellitus, el hipotiroidismo, el hiperadrenocorticismo, la colestasis o el síndrome nefrótico

En dicho artículo examinamos qué es la hiperlipidemia y cuáles pueden ser sus causas (Hiperlipidemia en animales domésticos y diferencias con los humanos).

Para decidir cuál es la terapia más adecuada para reducir los niveles séricos de lípidos, es fundamental identificar primero el tipo de hiperlipidemia presente.

En efecto, el tratamiento de la hiperlipemia depende, obviamente, de su causa subyacente. Si es secundaria a otras patologías, el objetivo de la terapia farmacológica y nutricional debe ser ante todo tratar la enfermedad que provoca el aumento de lípidos en sangre.

En caso de que la hiperlipidemia sea primaria, o no se resuelva a pesar del tratamiento de la patología subyacente, el único tratamiento actualmente reconocido es la modificación de la dieta.

Se recomienda iniciar un tratamiento dietético específico cuando la concentración sérica de triglicéridos supere los 500 mg/dl y/o la de colesterol sea superior a 750 mg/dl, con el objetivo de prevenir el riesgo de pancreatitis y la aparición de signos clínicos, incluso si el animal está asintomático.

La restricción de grasas dietéticas constituye la base del tratamiento de la hiperlipidemia, especialmente cuando existe un aumento de triglicéridos.

Para establecer el nivel de restricción necesario, es esencial realizar una anamnesis nutricional detallada que permita conocer el porcentaje de grasas contenidas en los alimentos consumidos por el animal hasta el momento de la consulta y, posteriormente, elaborar un plan nutricional con un nivel de grasas significativamente inferior.

De forma general, se recomienda que el animal consuma dietas que proporcionen un 20% o menos de las calorías totales a partir de grasas.

Sin embargo, en algunos pacientes, la restricción necesaria para reducir los valores de triglicéridos y colesterol en sangre debe ser más estricta, llegando en ciertos casos a administrar únicamente el 10% de la energía metabolizable a partir de lípidos, especialmente si el animal ya consumía previamente una dieta con contenido graso moderado.

Otros autores sugieren, como criterio para el tratamiento nutricional de la hiperlipidemia, utilizar dietas que contengan menos de 25 gramos de grasa por cada 1000 kcal.

Si se considera la materia seca, el valor de lípidos debería ser inferior al 12%, aunque en algunos casos puede ser necesario reducirlo hasta el 8%.

No obstante, limitarse a controlar el porcentaje de lípidos (ya sea en base húmeda o en materia seca) puede llevar a errores de interpretación. En efecto, este valor no refleja con precisión la cantidad de lípidos que el animal ingiere diariamente, ya que, en función del contenido calórico del alimento, el animal podría consumir mayor cantidad de alimento y, por ende, de grasas.

Por ejemplo, si comparamos un alimento que aporta 400 kcal por cada 100 gramos y contiene un 10% de lípidos con otro que aporta 270 kcal y contiene un 8% de lípidos, al hacer los cálculos se observa que el primero proporciona únicamente 25 gramos de grasa por cada 1000 kcal, mientras que el segundo aporta 30 gramos.

La suplementación con ácidos grasos omega-3, en particular EPA y DHA, forma parte de las estrategias nutricionales que deberían emplearse en el tratamiento de la hiperlipidemia. Su uso tiene como objetivo principal reducir los niveles séricos de triglicéridos, mientras que su efecto sobre la hipercolesterolemia parece ser limitado.

Sin embargo, los estudios sobre su utilización en esta patología son todavía escasos y las dosis empleadas varían considerablemente, con un rango que va de 10-30 mg/kg de peso corporal hasta 220 mg/kg.

La mayoría de los textos recomiendan este último valor como la dosis apropiada en casos de hiperlipidemia, aunque es importante recordar que la administración de omega-3 incrementa la cantidad total de grasas ingeridas por el animal, con el riesgo de superar los niveles de lípidos previamente recomendados.

Por lo tanto, es fundamental incluir en el cálculo total de grasas aportadas al animal los miligramos provenientes de la suplementación con omega-3.

La niacina, frecuentemente utilizada en medicina humana para reducir la concentración sérica de triglicéridos, ha sido utilizada también en perros en dosis de 25-100 mg/día, con resultados prometedores.

Sin embargo, hay que prestar atención a posibles efectos adversos como vómitos, eritema, prurito e incluso convulsiones.

También en medicina humana, entre los nutrientes empleados para contrarrestar el aumento del colesterol sérico, se encuentra la fibra, en particular la fibra soluble, aunque su mecanismo de acción exacto aún no se conoce del todo. Algunos autores sugieren que la reducción del colesterol se debe a la capacidad de la fibra de unirse al colesterol en el intestino, disminuyendo su absorción.

Los estudios realizados en perros y gatos sobre el uso de este tipo de fibra en el tratamiento de la hipercolesterolemia son hasta la fecha muy limitados, y aún no está claro si su uso aporta beneficios reales.

Sin embargo, cuando se han utilizado alimentos bajos en grasa y con un alto contenido en fibra en pacientes hiperlipémicos, se ha observado una reducción significativa en los niveles séricos de triglicéridos.

En consecuencia, puede ser recomendable utilizar niveles de fibra de al menos el 10% sobre materia seca en perros y del 7% en gatos.

Por último, la estrategia de reducir el aporte dietético de colesterol, mediante la disminución de productos de origen animal, para reducir la hipercolesterolemia sigue siendo controvertida.

Algunos autores recomiendan limitar las fuentes de origen animal en favor de proteínas vegetales, mientras que otros sostienen que la concentración sérica de colesterol está poco influenciada por la cantidad de colesterol ingerido con la dieta.

En medicina humana, entre los fármacos más utilizados para reducir los niveles séricos de colesterol se encuentran las llamadas "estatinas". Estas actúan reduciendo la síntesis hepática de colesterol y aumentando la captación de colesterol LDL desde la circulación.

Aunque las estatinas parecen ser bien toleradas en perros, su beneficio terapéutico efectivo aún no está claro, sobre todo si se considera que el perro, al ser un "mamífero HDL", presenta niveles naturalmente bajos de colesterol LDL.

Otro fármaco utilizado en medicina humana para reducir la hipercolesterolemia, a veces en combinación con estatinas, es el ezetimibe, que reduce selectivamente la absorción intestinal de colesterol. Su uso en perros no ha sido estudiado, por lo que, considerando también los posibles efectos secundarios, no se recomienda su administración en animales domésticos.

BIBLIOGRAFÍA:
- Case, L. P., Daristotle, L., Hayek, M. G., & Raasch, M. F. (2010). Canine and Feline Nutrition: A Resource for Companion Animal Professionals. Capítulo 27
- Delaney SJ & Fascetti AJ. Applied Veterinary Clinical Nutrition, 2012. Capítulo 17
- MS Hand, CD Thatcher, RL Remillard, P Roudebush & BJ Novotny. Small Animal Clinical Nutrition, 5ª edición, 2010. Capítulo 28
- Pibot P, Biourge V, Elliott D. Enciclopedia de la nutrición clínica del perro, 2008.


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