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El papel clave de los lípidos en el curso de la enteropatía perdedora de proteínas.


miércoles 6 agosto 2025


El papel clave de los lípidos en el curso de la enteropatía perdedora de proteínas

La enteropatía perdedora de proteínas (EPP) es un síndrome caracterizado por una pérdida excesiva de proteínas (en particular de albúmina) a través de la mucosa intestinal. Es relativamente común en el perro y rara en el gato. Razas como el Yorkshire Terrier, el Rottweiler, el Shar Pei y el Pastor Alemán parecen tener una mayor predisposición a desarrollar esta patología

Puede estar asociada a diversas enfermedades, como las enteropatías crónicas de gravedad, enfermedades infecciosas (virales, bacterianas y micóticas), neoplasias intestinales o linfangiectasia intestinal.

La forma más común es la causada por linfangiectasia intestinal (LI), es decir, una anomalía del sistema linfático intestinal que provoca hipertensión linfática. La LI puede ser primaria, causada por anomalías congénitas de los vasos linfáticos, o secundaria a otras patologías como inflamación intestinal, obstrucción de los vasos linfáticos, hipertensión portal o neoplasias que inducen la dilatación y ruptura de los vasos linfáticos intestinales.

Según la patología subyacente, varía el mecanismo patogénico que provoca la pérdida proteica: esta puede deberse a lesiones de la barrera mucosa, a defectos del circuito linfático o a un aumento de la permeabilidad de la mucosa intestinal. Sin embargo, la sintomatología, generalmente caracterizada por diarrea intermitente asociada o no a vómitos, permanece prácticamente invariable, y la única forma de diagnosticar la enfermedad causante de la EPP es realizar una endoscopia con biopsia.

Sin embargo, cabe recordar que un pequeño porcentaje de animales afectados por EPP no presenta síntomas gastrointestinales.

En función de la gravedad de la pérdida proteica, la patología subyacente y el tiempo transcurrido desde su aparición hasta el diagnóstico, los animales afectados pueden presentar también pérdida de peso a pesar de un buen apetito, ascitis o derrame pleural. En algunos casos, los perros pueden desarrollar fenómenos tromboembólicos como consecuencia de un déficit de antitrombina III.

Los análisis de laboratorio muestran hipoalbuminemia, generalmente asociada a hipoglobulinemia. Además, en algunos pacientes se observa anemia no regenerativa por enfermedad crónica, leucograma de estrés e hipocalcemia, debida a una mala absorción de calcio y/o vitamina D.

Asimismo, el perfil bioquímico revela con frecuencia otros signos de malabsorción como hipocolesterolemia y alteraciones electrolíticas.

Para diferenciar la hipoproteinemia causada por enteropatía perdedora de proteínas de aquella inducida por otras causas (nefropatías, insuficiencia hepática o dermatopatías con exudación intensa), puede resultar útil realizar la detección de alfa-1 proteinasa en las heces. Esta glicoproteína está generalmente ausente en el tracto intestinal y su presencia en las heces indica una importante pérdida de plasma o linfa a través de la mucosa intestinal.

La elección terapéutica en las enteropatías perdedoras de proteínas varía en función de la patología subyacente. No obstante, un cambio de dieta suele recomendarse en todos los pacientes con EPP, y en algunos casos puede inducir por sí solo la remisión de los síntomas.

El punto de partida para la formulación de un plan nutricional para pacientes con EPP debe ser el control del contenido graso de la dieta. Su proporción debe ser inferior al 15% sobre materia seca; sin embargo, en casos de linfangiectasia, podría ser necesario reducirlo aún más.

La dieta no debería aportar más del 20% de las kcal a partir de los lípidos.

Un estudio reciente demostró que los animales con EPP que respondían a la dieta se beneficiaban más de una dieta con contenido graso extremadamente bajo. Las dietas administradas a los animales incluidos en ese estudio contenían 0,35 gramos de grasa por cada 100 kcal.

Limitar la ingesta de grasa ayuda a reducir al mínimo el flujo linfático intestinal y la dilatación de los vasos linfáticos, lo que se traduce en una disminución de la pérdida de proteínas linfáticas.

La elección del tipo de ácidos grasos que se incluirán en la dieta también resulta fundamental. Hasta hace poco, se recomendaba sistemáticamente el uso de triglicéridos de cadena media (MCT), ya que se creía que estos eran absorbidos exclusivamente por la circulación portal, evitando así el sistema linfático.

Sin embargo, estudios más recientes han demostrado que, en el perro, incluso los MCT se absorben parcialmente a través de los vasos linfáticos.

Por consiguiente, algunos autores ya no recomiendan el uso de ácidos grasos de cadena media en las dietas para pacientes con EPP y linfangiectasia, ya que aumentan la carga lipídica sin aportar ácidos grasos esenciales y, además, pueden reducir la palatabilidad de la ración.

El veterinario nutricionista debería considerar su inclusión en función del estado del paciente. Por ejemplo, en un animal caquéctico, su uso puede ser útil para aumentar la densidad energética de la dieta sin sobrecargar excesivamente el sistema linfático intestinal.

Obviamente, además de los lípidos, también las proteínas y las fibras deben seleccionarse cuidadosamente al formular una dieta para un paciente con enteropatía perdedora de proteínas.

La elección de las proteínas y su proporción en la dieta debe ser cuidadosamente monitorizada, sobre todo en aquellos pacientes en los que la EPP se asocia a malabsorción. La fuente proteica debe ser de alto valor biológico y de elevada digestibilidad, y la dieta debería contener al menos un 25% de proteínas sobre materia seca en el perro y un 35% en el gato.

En cuanto a la cantidad de fibra que se debe incluir en el plan nutricional, y para decidir si se dará prioridad a la soluble o a la insoluble, el veterinario debe evaluar los beneficios y las desventajas de una alta concentración de fibra en la dieta y ajustar su dosis en función del paciente.

De hecho, por un lado, la fibra insoluble, al disminuir la secreción pancreática de lipasa, reduce la formación de micelas y la digestión de lípidos intraluminales; por otro lado, disminuye la densidad energética y la digestibilidad de la ración.

La ventaja de reducir la digestión de los lípidos implica una menor absorción de ácidos grasos, sobre todo de cadena larga, así como una reducción del flujo linfático y de su pérdida a nivel gastrointestinal.

Sin embargo, un uso excesivo de fibra, especialmente en animales caquécticos y con episodios severos de diarrea, puede reducir la palatabilidad y la densidad calórica de la dieta, así como la digestibilidad y absorción de otros nutrientes, factores todos ellos de gran importancia en pacientes con EPP.

Por esta razón, se recomienda no superar el 5% de fibra sobre materia seca en la dieta de estos pacientes.

Finalmente, como en cualquier plan nutricional, es fundamental que el veterinario verifique que este contenga los minerales y vitaminas necesarios para cubrir los requerimientos nutricionales del paciente individual, especialmente en presencia de diarrea y, por tanto, de una probable pérdida aumentada de electrolitos.

BIBLIOGRAFÍA:
- Bottero et al. Gastroenterología del perro y del gato, Ed. Poletto, 2013
- Delaney SJ & Fascetti AJ. Applied Veterinary Clinical Nutrition (ed. Fascetti AJ y Delaney SJ), 2012. Capítulo 12: "Manejo nutricional de enfermedades gastrointestinales"
- MS Hand, CD Thatcher, RL Remillard, P Roudebush & BJ Novotny. Small Animal Clinical Nutrition, 5^ edición, 2010. Capítulo 58
- Nagata N, et al. Clinical characteristics of dogs with food-responsive protein-losing enteropathy. J Vet Intern Med. 2020 Feb 15. doi: 10.1111/jvim.15720.


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